—Mire. ¿Ve? Yo no puedo leer esto —explica l'home mentre li esté una recepta del CatSalut a la Núria.
—No se preocupe. A veces, ni nosotros entendemos la letra de los médicos.
—No, no. Lo que no entiendo es lo de abajo —i assenyala la lletra impresa.
—Bueno, es normal. Es muy pequeña y como está en verde, aún se ve peor.
—A ver si me explico. La puedo leer, pero no entiendo lo que dice. Deberían escribirlo en español.
Ara ja ens anem acostant a l'arrel del problema. Per començar, caldria explicar-li a l'home que la recepta ja està escrita en una de les quatre llengües cooficials —que no acceptades popularment— de l'Estat Espanyol. Perquè n'hi ha quatre: al gallec, el basc, el català i, en efecte, el castellà, l'oficialíssima. Però, quan un està darrera el mostrador, aprèn a callar, a consentir... En definitiva, a passar una mica per alt les manies i les bogeries del client. I l'home enfundat en un vestit d'una coneguda firma italiana insisteix:
—Esto no tendría que ser así. Deberíamos poder leerlo...
(Para eso están las escuelas, las clases promovidas por la Generalitat, el diálogo cotidiano, los libros... ¿Sabe qué es un libro?)
»
...todos los españoles. ¿Se creen que no tenemos dignidad?
(¿I qué tiene que ver esto con la dignidad? La dignidad es algo que se lleva por dentro, de modo que es uno quien cree o no cree en su dignidad.)
»No... —segueix l'home—. Los que no tienen dignidad son ellos. Si al final tendremos que irnos y se quedarán solos.
«Bueno, solos del todo, tampoco», li hauria deixat anar la Núria, que fa estona que barrina mentre assenteix en silenci per no caure al parany de qui busca embolics. «En todo caso, nos quedaríamos nosotros sin usted que es quien se excluye».
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